Άγιον Όρος

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lunes, 8 de febrero de 2016

El obispo Atanasio Evtich sobre el Santísimo Sacramento de la Eucaristía



En lo que se refiere a la Divina Eucaristía, ante todo, es necesario explicar que para nosotros, los eslavos, ella es la Liturgia. En el idioma griego la palabra "liturgia" tiene varios significados: oficio, función, servicio. Es decir que para los griegos la palabra "liturgia" sígnifica no sólo el Servicio Divino (culto), sino que también una función ejecutiva o de actividad, por ejemplo, como la de un organismo de estado. Esta palabra se utiliza no en una determinada esfera, o sea, en la esfera del servicio eclesial, sino que en cualquier esfera de actividad. Así que los griegos para referirse al ministerio mistagógico de la Iglesia utilizan la frase "Santa Eucaristía", que tiene el significado de aquello a lo que nosotros llamamos Liturgia. El uso del término "Eucaristía" distingue a este ministerio divino. Por eso, a pesar de que nuestro pueblo está acostumbrado a usar la palabra "liturgia", por su significado y sentido Eucaristía y Liturgia son sinónimos.
Eucaristía viene de la palabra "agradecimiento" y refleja el primer momento importante del canón de la liturgia, es decir, de la anáfora, que comienza a partir del momento de acción de gracias a Dios. El Señor Jesucristo es la primera acción de gracias verdadera hacia el Padre, por cuanto Él, en nombre de todas las  criaturas creadas y del hombre, como corona de la creación, dió gracias a Dios Padre. Tal agradecimiento se esperaba y del primer hombre creado –Adán. Si él hubiese cumplido el mandamiento de acción de gracias, entonces él nunca hubiese pecado. "Te ofrecemos estos dones de Tus propios dones, en nombre de todos y por todos" - leemos en la oración del canón eucarístico, como muestra de gratitud por lo que hizo, y va a hacer el Señor por nosotros.
La Divina Liturgia es antes que todo un misterio. Sin embargo, este misterio no tiene el sentido de secreto, es decir, de enigmático. Es un hecho que se magnifica y salvífico. Es un hecho místico y profundo que no se limita a su visible fenomenología. Cabe señalar que esta fenomenología no es una ceremonia. Muchos ahora creen que este Divino Sacramento puede ser simplemente interpretado, como una representación teatral. Sin embargo, este es un hecho místico, que posee misteriosas e inconscientes profundidades. Así que resulta mejor decir que la Eucaristía es un santo misterio que salva, aplica y realiza en  nosotros toda la obra de nuestro Señor Jesucristo.
La Sagrada Liturgia, de acuerdo a las palabras de San Ireneo, es la “pragmática de Cristo", que tiene significado de creación, obra, así como también de resultado y hacer, es decir, la actividad es la obra de Dios y al mismo tiempo realiza la obra de Dios que Dios quiso crear para nosotros. Uniendo a la naturaleza humana en Sí, Él es ese Don que nosotros ofrecemos en la liturgia. Por eso el Señor es el Cordero y el eterno Prelado, el Sumo Sacerdote, que se ofrece a Sí mismo y que acepta a este sacrificio junto con el Padre. Este es un milagro único, el misterio de Cristo, como lo llama el apóstol Pablo. Este misterio se concentra, se manifiesta, se realiza en la Santa Eucaristía. Esto mucho mejor lo demuestra el apóstol Pablo en su epístola a la Iglesia de Corinto, en el capítulo 10 (versículo 16 y 17): " La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan." Este es un realismo, un verdadero realismo ortodoxo, la doctrina pragmática de San Ignacio.
Para una comprensión clara y correcta del significado y la importancia de lo que es la Liturgia debemos en primer lugar poner de relieve algunos puntos importantes. El simbolismo en la Ortodoxia a través de la historia de siglos ha sido un fenómeno muy actual. Por eso la comprensión simbólica y la interpretación de la Liturgia fue muy difundida. Sin embargo, los principios simbólicos en la interpretación del Servicio Divino no siempre se mantuvieron dentro de lo permisible. Muy a menudo el simbolismo contribuía a la pérdida del verdadero sentido del Servicio Divino.
Los diferentes nombres, comentarios, interpretaciones de la Liturgia, como por ejemplo, símbolo, icono, solemnidad, son sólo ayudas al igual que hay ayudas para la expresión de otros Santos Sacramentos. En particular es de conocimiento común que la Iglesia se percibe y comprende como un cuerpo. Sin embargo, como la Iglesia no es sólo un cuerpo, sino algo más grande que cuerpo, como lo es la unidad de los creyentes en la que Cristo es el corazón y la cabeza de esta unidad y el Espíritu Santo su alma (por cuanto Él es el principio que da la vida, acción, Dador de vida), así y la liturgia no es sólo un símbolo o un icono, sino algo mucho más profundo y más elevado que el simple símbolo. Todo este simbolismo existe sólo para expresar y describir algunos elementos de la vida eclesial. De ningún modo puede definirse completamente el sentido y significado de ellos. Cada definición, palabra, signo limitan, pero por cuanto la Liturgia no está sujeta a ninguna limitación, entonces, por eso su significado y comprensión es imposible expresarlo por medio de un símbolo o definición. El texto de las oraciones eucarísticas nosotros leemos: "...todo lo llenas de forma indescriptible", es decir, que no es posible no sólo describir, sino también expresarlo, ya que no tiene límites, está fuera de alcance, infinito. Y precisamente así es como se nos representa este Santo Sacramento.
La Liturgia también no es sólo uno del número de los Sacramentos de la Iglesia. El Bautismo es uno de los más importante Sacramentos –el Sacramento de la existencia, por el cual, de acuerdo con Nicolás Cabásilas, nos hacemos de Cristo, mejor dicho, después del bautismo nosotros ya pertenecemos a Cristo. En el Sacramento de la Unción de los enfermos nosotros adquirimos aquellos dones vivificadores dados por el Espíritu Santo. Sin embargo, el alimento espiritual, del cual nos alimentamos, la Eucaristía, es una síntesis de todos los Santos Sacramentos.
El hombre a diario siente la necesidad no sólo de lo espiritual, sino también de sustento físico, ya que él no está compuesto sólo de algo inmortal. Por eso no tiene ningún sentido decir acerca de la inmortalidad del alma fuera de este contexto. Si ella es en sí misma inmortal, ¿para qué necesitamos entonces a Dios? En la Liturgia nosotros nos convertimos en partícipes del Reino Celestial. Ella refleja lo que será nuestra realidad eterna. En ella se realiza todo el plan de salvación y por eso todos los demás Sacramentos no pueden existir sin la Liturgia.
Exactamente la misma relación se tiene que tener hacia los ritos sagrados de la Iglesia. Por ejemplo, el funeral debe llevarse a cabo con la Liturgia, es decir, ella debe "acompañar" al difunto. Y no lo que sucede en la práctica actual: al principio la Liturgia y luego el funeral. Con la Liturgia nosotros debemos acompañar a los difuntos al Reino de los Cielos ya que en las oraciones nosotros  expresamos el deseo de que ellos lleguen hasta Dios. Si la Eucaristía es el reflejo del Reino de los Cielos, en donde comienza la vida eterna, entonces el rito funerario debe estar en estrecha relación con la Liturgia. De esto hay que señalar que la Eucaristía es la realidad general de unión para toda la Iglesia.
Cuando a la Liturgia se le denomina icono esto significa que ella todavía no es en su totalidad el Reino de los Cielos, como la presencia de una total realidad. Ella es similar a un icono, es decir, a un icono que eleva nuestra mente hacia el Reino de Dios. Por eso la Eucaristía como icono tiene una naturaleza mistagógica similar.
Durante el período iconoclasta hubo un fuerte abuso de este término. Para los iconoclastas el único y verdadero icono de Cristo era sólo su cuerpo (la Eucaristía). Los Santos Padres no aceptaron tal comprensión de icono. Por eso, en los decretos del VII Concilio Ecuménico tenemos una exacta formulación: "Nunca, y ni nadie, entre los Santos  Apóstoles y los Santos Padres,  llamó al Sacrificio incruento, en recuerdo del sufrimiento y del plan de salvación de Cristo en su conjunto, icono de Su cuerpo".
Cristo mismo no dijo: "...tomen, este es el icono de mi cuerpo", sino que dijo: "...tomen, esto es mi cuerpo y esta es mi sangre".  Por eso, en comparación con la representaciones iconoclastas el significado de la Liturgia como un icono en la Ortodoxia tiene el significado contrario. Ella en ningún caso pierde su iconicidad, su analogía, que nos lleva hacia la plenitud. La palabra griega "tipos" es muy similar a la de icono. Es modelo, huella. Por eso, en las plegarias Eucarísticas nosotros pedimos, que haya todavía una más plena comunión Contigo en el Reino de los Cielos. Esta es la verdadera verdad, realidad, plenitud, a la que aspiramos, como dice el apóstol Pablo: "Ahora vemos en un espejo, en enigma..."
Sin embargo, con esto no se reprende la real existencia de aquello que nosotros recibimos en el Sacramento de la Santa Eucaristía, sino que ello simplemente sólo nos eleva hacia una mayor plenitud. Y sólo en éste sentido es que nosotros podemos decir que la Liturgia es un icono.
Una situación similar ocurrió con el término "consustancial". Un significado tenía en la doctrina de Pablo de Samosata y otro en las decisiones del Concilio de Nicea, es decir, en el Credo de Nicea. Partiendo de este contexto se puede examinar y el significado de la palabra símbolo. El concepto “símbolo” en el cristianismo tiene un significado mucho más profundo que en el Antiguo Testamento y en la filosofía de Platón. La palabra en sí proviene del verbo griego que denota coexistencia de uno en otro. Tal comprensión de símbolo, de manera clara, es expresada en los escritos de Dionisio el Areopagita. Precisamente, entre los ortodoxos, es aceptable una comprensión e interpretación mística, anagógica y mistagógica del simbolismo.
La Iglesia, como cuerpo de Cristo, está presente en la Sagrada Eucaristía. El Cuerpo existe en sus miembros tal y como lo describe hermosamente San Nilo Cabasilas: "De las raíces se alimenta toda la vid". Por eso, en el sacramento de la Santa Comunión nosotros recibimos el Cuerpo de Cristo, que reúne y une a todos los que comulgan. Nosotros nos alimentamos y obtenemos la salvación de este Manantial que da vida. No somos nosotros los que transformamos Su cuerpo en el nuestro, sino que Él nos transforma en Su cuerpo. Cuando recibimos los Dones Divinos, entonces el Señor nos incluye en el Cuerpo de Cristo y no nosotros lo incluímos a Él como parte integral de nuestro cuerpo.
Hablando sobre el Sacramento de la Eucaristía, me gustaría llamar la atención sobre algunos problemas de la práctica contemporánea en los Oficios Divinos. Muchos, aún hoy, después de dos mil años de existencia del cristianismo, no tienen una clara idea sobre la comunión. Para recibir la Eucaristía es muy importante una preparación digna. Dada la importancia de la Liturgia, la persona debe prepararse de forma adecuada: con ayuno, oración y obras. Pero, un significado mucho más profundo radica en el hecho de que la Eucaristía es no sólo el recibir el Sagrado Sacramento, sino que el hecho, gracias al cual, el ser humano se incluye en la unidad del Cuerpo de Cristo.
La expresión de San Atanasio de que "la Eucaristía es la medicina de inmortalidad", significa que en la liturgia nosotros pertenecemos a la unidad del Cuerpo de Cristo y que entre nosotros la muerte no es más. Por eso él dijo: "Quien no participa en la Eucaristía y quien no permanece en la comunión de oración con el obispo, ese no pertenece a la Iglesia".
De acuerdo con los cánones de la Iglesia Ortodoxa, una persona que no comulga por dos o tres semanas debe estar sujeta a penitencia y a el castigo de la Iglesia. Por desgracia, muchos no entienden esto. El sentido de la Liturgia comenzó a adquirir el significado que está muy difundido en la Iglesia Católica Romana. Por eso, a menudo, se puede escuchar preguntas como: ¿cuántas veces hay que comulgar, cuántos días hay que ayunar, cómo hay que prepararse? Como si toda la importancia radicara en la cantidad.
Por supuesto, esto no significa que no sea necesario prepararse adecuadamente para la Liturgia. Como ya he dicho, este profundo misterio, que abre a nosotros las puertas del Reino de Dios, requiere de una concienzuda y digna preparación. Pero, ¿quién es digno?, ¿Quién puede verdaderamente decir que dignamente se atreve a recibir el Cuerpo y la Sangre del Salvador? ¿Quién y cuándo? Por eso, en las oraciones antes de la Comunión leemos: "...Hazme digno de participar sin condenación de Tus Santos Sacramentos... Que no sirva para mi juicio o condena la comunión". ¿Y cómo puede un sacerdote decir que él es digno, y que nosotros no lo somos? El sacerdote, como portador del sacramento del sacerdocio, sin lugar a dudas, tiene la Gracia de Dios y la energía dada por el Espíritu Santo para llevar a cabo las ceremonias religiosas, pero esto no lo salva del pecado, por cuanto y a él le es dado el libre albedrío, es decir, una libre inteligencia, lo que le permite decidir entre lo bueno o malo.
Gregorio el Teólogo decía que él mismo se daba en sacrificio. Él es quien realiza la ceremonia religiosa, el sacrificio que se da, su resultado, es decir, él mismo se santifica con esto. Él plenamente está incluído en este hecho y a través de él Dios Espíritu Santo actúa en el hombre. De esto resulta entendible que la separación entre laicos y sacerdotes en el sacramento de la Eucaristía no es correcta.
Más que todo a esta separación contribuyó  la aparición de altos iconostasios. Ellos simplemente echaron un velo y escondieron todo aquello que debía darse "de todos y para todos." La gente en la Iglesia sólo escuchan las exclamaciones y el final de las oraciones. Todos los que toman parte en la Liturgia deben rezar plenamente. Por eso, en las oraciones nosotros nos encontramos con: "Señor, te rezamos por nuestros pecados y nuestra ignorancia".
La Sagrada Eucaristía es la integridad, la colegialidad, la catolicidad. Es lo que ha dicho Jomiakov: "Quien sabe lo que es la Liturgia, sabe lo que la Iglesia". Es no sólo uno de los Sacramentos, sino que es un paso hacia el Reino de los Cielos, es un hecho colegial, encabezada por los obispos, que tiene siglos de historia y perdura hasta nuestros días. La aparición de parroquias, a finales del siglo III, fue acompañado por el establecimiento de relaciones más estrechas con la administración episcopal. El obispo, que estaba a la cabeza de la parroquia, y que oficiaba la Liturgia, jugaba y juega hasta hoy un papel muy importante. Si el sacerdote celebraba la liturgia sin conmemorar al obispo, a pesar del cumplimiento de todas las formas y la pronunciación de todas las oraciones, esta no era una verdadera Liturgia. La Santa Eucaristía incluye en sí escalas eclesiológicas, y por lo tanto, sólo la Iglesia tiene el derecho a realizar la Sagrada Eucaristía.
Uno de los nombres más importantes de la liturgia, que brinda la posibilidad de comprender más adecuadamente su significado como sacramento que da  vida, es el de participación. Cristo está presente por el Espíritu Santo, y el propio acto, la participación, la pragmática, es la Eucaristía. Cualquier criatura participan en ella. Ella, sobre todo, se expresa como un acto popular en el que participa todo el Pueblo de Dios. Cristo es un miembro de este pueblo, como diácono, sacerdote, obispo, fundamento, Cabeza de la Iglesia y el Jefe de nuestra salvación. Por eso, el misterio cristológico de la Iglesia se indentifica con el misterio de la Liturgia, que es la identidad de la Iglesia.
Cuando a un obispo ruso, que viajaba por primera vez al Occidente después de la caída del comunismo, le preguntaron los cristianos occidentales (protestantes y católicos): "¿Qué hace la Iglesia Ortodoxa Rusa para la resolución de los problemas sociales?" El obispo con humildad respondió: "Realizamos la Sagrada Liturgia." Sorprendidos por la respuesta, ellos no entendieron al obispo. No comprendieron por una sencilla razón: ellos no entienden la Iglesia y no saben lo que significa oficiar la Divina Liturgia. Fue la mejor respuesta, porque la Liturgia es la entrada al Reino de los Cielos, la entrada a la realidad eterna, que no necesita ningún tipo de servicio social. El Reino de los Cielos será semejante a un ágape (banquete) eterno, que consistirá no sólo en una acción de gracias a Dios, sino de un acto activo de todos, de praxis, de movimiento y de participación.
La Liturgia es un acto íntegro y de los laicos, y del clero. Ella nos eleva al Reino de los Cielos, y en ella está presente Cristo de la Encarnación, que está con nosotros hasta el fin del mundo. Sin esto nosotros seríamos sólo una abstracción. La Palabra de Dios actua a través de los Sacramentos. Por eso los Sacramentos encienden en nosotros la luz, y los representantes de la luz son el pan y el vino. San Ireneo decía: "...por eso nuestra fe está de acuerdo con la Eucaristía, porque todo en lo que nosotros creemos, confirma la Sagrada Eucaristía".
El hecho de que los coros de hoy excluyen la posibilidad de la participación activa de los laicos en la liturgia, también está mal. Se le debe devolver al pueblo aquello que es esencial y, de hecho, le pertenece a él: "Amén", "Señor, ten piedad", "A Tí, Señor", "Y con Tu Espíritu". En los textos litúrgicos antiguos tenemos instrucciones diseñadas para la ejecución del pueblo, coro y lectores. Una participación activa en la Eucaristía es lo que espera de nosotros Dios mismo.
Para concluir podemos citar las palabras devotas de San Juan Damasceno y San Teodoro Estudita: "La Sagrada Liturgia es una repetición de la economía total de la salvación humana". Esto se expresa mejor que todo al final de la Liturgia de San Basilio el Grande: "...Habiendo sido realizado y terminado, acorde a nuestra posibilidad, oh Cristo Dios nuestro, el Misterio de Tu Disposición".


fuente: bogoslov.ru

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