Me preguntaron cierta vez unos negligentes que vivían en el mundo: ¿cómo podríamos nosotros, morando con nuestras mujeres y cercados por el cuidado de nuestros negocios, vivir la vida monástica? A los cuales yo respondí: Todo el bien que pudiereis hacer, hacedlo; no injuriéis a nadie, no digáis mentiras ni toméis lo ajeno, no os levantéis contra nadie ni queráis mal a nadie; frecuentad las iglesias y los sermones, usad de misericordia con los necesidades, no escandalicéis ni deis mal ejemplo a nadie, no os empeñéis en suscitar discordias sino en deshacerlas, y contentaos con el uso legítimo de vuestras mujeres, porque si esto hiciereis no estaréis lejos del reino de Dios.
San Juan Clímaco
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