Άγιον Όρος

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viernes, 5 de febrero de 2016

Señor Jesucristo ten piedad de mí



La fórmula: “¡Señor, Jesucristo, ten piedad de mí!”, vuelta común con el pasar del tiempo, dice por tanto, explícitamente, lo que ya desde el inicio se entendió de modo implícito, que “no hay otro nombre dado a los hombres bajo el cielo en el cual podamos ser salvados”, sino, precisamente, el nombre de Jesucristo. Con pleno derecho, por tanto, los padres han dado , más tarde, un valor particular a esta salvífica confesión de “Jesús el Cristo”, hasta llegar a una verdadera mística del nombre de Jesús. En efecto, con su “súplica insistente”, el orante se pone conscientemente en el número de aquellos - ciegos, paralíticos, etc.- que imploraban ayuda a Jesús durante su vida terrena. Ellos hacían esto de un modo que es propio sólo del dirigirse a Dios, testimoniando con esto su fe en la filiación divina del Salvador más claramente que a través de toda otra fórmula de confesión de fe...

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